
LAS nuevas tecnologías ofrecen sin duda grandes oportunidades para la sociedad de la información y del conocimiento. La comunicación en tiempo real genera posibilidades insospechadas en el ámbito socioeconómico y abre nuevos horizontes para las relaciones humanas en un mundo globalizado. Lo mismo ocurre con la política, como demuestra la campaña electoral de Barack Obama con una utilización intensiva de la red. Sin embargo, conviene tener presente que también hay riesgos evidentes en el abuso de redes sociales como facebook o Tuenti, que agrupan a millones de usuarios en todo el mundo. El peligro afecta especialmente a la intimidad de los jóvenes y adolescentes, puesto que siete de cada diez miembros de dichas redes son menores de 35 años. Los mecanismos de selección de los contactos no impiden el acceso a la información de personas ajenas al núcleo particular del usuario, lo que incluye datos privados, fotografías o documentos que deberían permanecer en un ámbito reservado.
El derecho a la intimidad y a la propia imagen es un derecho fundamental reconocido por la Constitución española y por todas las declaraciones internacionales. De ahí que los poderes públicos tengan el deber de procurar los medios necesarios para su respeto y garantía. No es fácil legislar sobre estas cuestiones, puesto que la tecnología permite vulnerar con cierta facilidad cualquier norma restrictiva. Además, la libertad de expresión exige también un control riguroso de cualquier limitación impuesta por el Estado. El equilibrio razonable entre los diversos derechos y obligaciones debe ser objeto de un serio debate jurídico y sociológico, sin olvidar que no solo afecta a los usuarios sino también a los padres, que desconocen casi siempre qué hacen sus hijos durante largas horas sentados frente al ordenador. Se calcula que cerca de trescientos millones de personas -unos ocho millones en España- forman parte de redes sociales de comunicación, con una notable repercusión en el ámbito laboral y en otros muchos aspectos de la vida cotidiana. Acceder a datos privados puede suponer un grave peligro, desde el chantaje económico a la presión emocional, sin olvidar que los menores son especialmente vulnerables en un terreno tan sensible. Internet es un instrumento muy positivo, que ofrece posibilidades extraordinarias en esta era global, pero también es imprescindible limitar sus efectos negativos. En particular, hay que preservar la intimidad de las personas frente a ciertos sujetos dispuestos a obtener provecho al servicio de fines ilegítimos.